domingo, 4 de octubre de 2015

El encuentro
 “Siguiente!!!” vociferó la Dra. Remedios, asomándose hacia la sala de espera iluminada por ruidosos tubos de luz. Cuatro o cinco pacientes con diversos achaques esperaban su turno, sentados en incómodas sillas de plástico reciclado.
Un señor medio calvo se levantó de la silla que ocupaba y quiso correr hacia la entrada del consultorio, aunque con gestos de dolor y una mano en su cintura. La Dra. Remedios lo hizo pasar.
-          “Tome asiento, ¿Usted es….? le preguntó.
-          “¡Puentes!” contestó el paciente, mientras depositaba sobre la mesa un papelito con el número 3 y se sentaba en una silla frente al escritorio.
-          “Dígame Puentes… ¿ que le pasa?” le preguntó la galena.
-          “Y Dra…., vengo porque ando con un dolor en la cintura insoportable!” dijo Puentes mientras se tomaba con su mano su flanco derecho.
-          “¡Ajá! Cuénteme…. y a qué se dedica, Puentes?”
-          “Soy Ingeniero Civil Dra., pero a punto de retirarme. ¡No veo la hora!”
La Dra. sonrió mientras le indicaba al Ing. Puentes que se subiera a la camilla.
Una vez acostado en ella, lo examinó concienzudamente. Finalizada la exploración clínica, le dijo:
“Está bien, Puentes. Puede bajarse. Siéntese por favor.”
Cuando estuvieron frente a frente, ambos sentados y mientras la Dra. tomaba un mazo de recetas y una birome, Puentes le preguntó:
-          “¿Y Dra.?” ¿Qué le parece que es?”
-          “Lo más seguro es que sea un pinzamiento del nervio ciático, pero igual le voy a mandar unos análisis de rutina. Mientras tanto se va a tomar dos de estos comprimidos por día durante una semana. Y no haga esfuerzos. Venga a verme de nuevo con los resultados de los análisis en dos semanas.”
-          “ Muchas gracias Dra.!”
-          “ ¡Que le vaya bien Puentes!…” le dijo la Dra. mientras se levantaba y lo invitaba a salir del consultorio. Se detuvo un momento, lo tomó del brazo y le dijo:  
-          “¡Espere!.... Cómo se le ocurrió estudiar para Ingeniero Civil?”
-          “La verdad Dra., mi madre y mi tío son Ingenieros Civiles y debe ser por ahí que vino la cosa…aunque ahora que me lo pregunta no estoy muy seguro..” contestó el paciente levantando las cejas.
-          “Está bien Puentes… bueno que se mejore pronto” contestó la Dra. Remedios con una sonrisa mientras acompañaba a su paciente hasta la puerta del consultorio. Cuándo éste salió, se asomó a la sala de espera nuevamente y llamó:

-          “¡Siguiente…… Sr. Brotos!”

-          “ Si Dra.! Ya voy!” contestó un hombrecillo de unos sesenta años medio encorvado y de lentes mientras se levantaba y avanzaba hacia el consultorio.
-          “Pase y tome asiento…” dijo la Dra. Remedios mientras se acomodaba en su sillón. “Cuénteme qué le pasa Brotos…”
-          “Ah Dra. Me salió este zarpullido en la nuca… (dijo mientras hacía ademanes para correrse el cuello de la camisa y darse la vuelta).
-          “¿A ver?….¡Ah! Un herpes” “A qué se dedica Brotos?” preguntó la Dra. Remedios al hombrecillo.
-          “Soy Ingeniero Agrónomo, Dra.”
-          “¡Ahá! Y por casualidad no anduvo manipulando productos químicos?”
-          “No, Dra., para nada, mi trabajo actual es de escritorio, nada de productos químicos”
-          “ Bueno, entonces se confirma que es un herpes, le voy a mandar esta crema, pásesela tres veces por día y se pone un pañuelo para no manchar la camisa. En tres días se le va…. No se preocupe. Estas cosas suelen volver así que una vez que se le pase guárdese la crema por las dudas”
-          “¡Gracias Dra.! ¿Algo más?”
-          “Bueno si….. ya que lo pregunta me interesaría saber: ¿Cómo fue que se decidió a estudiar Agronomía?”
-          “ ¡Ah! Dra…. si supiera  que yo mismo me hago esa pregunta. Verá, soy el menor de tres hermanos que también estudiaron Agronomía. ¡Calculo que debe haber sido porque nuestros padres eran los dos Ingenieros Agrónomos! Esas cosas vienen con la familia, yo qué sé.”
-          “Qué cómico!” “Todos Ingenieros Agrónomos!” apuntó la Dra. Remedios mientras se reía. Sin embargo su sonrisa se trocó en cejas enarcadas mientras pensaba que casualmente su propio padre era cirujano plástico.
-          “¡Es muy cierto Brotos! Mi padre casualmente es médico!”
-          “ Y bueno, lo mamamos de chiquitos!”
Ambos se rieron mientras se despedían.
-          “¡Adiós, Dra. Y gracias!”
-          “Adiós Brotos, que le vaya bien.”
Mientras el Ing. Agr. Brotos se retiraba, la Dra. ordenó algunos papeles sobre el escritorio y luego se dirigió a la puerta a llamar el siguiente paciente.
-          “¡Paganini!” llamó.
-          “¡Si, Dra!, ¡Voy….!” Contestó una gordita de unos cuarenta años medio rubia que luchaba por sostener y acarrear un montón de carpetas consigo.
-          “Pase….” “ Siéntese por favor” le dijo la Dra. Remedios. “¿Qué la trae por acá? ¡Se la ve muy bien!”
-          “Ay sí Dra. Pero sabe que ando con unos nervios que no puedo ni dormir!”
-          “Ahá!” A ver cálmese, sáquese la blusa que la voy a auscultar”.
Mientras la Dra. la auscultaba la señora recorría el consultorio con los ojos.
-          “¡Ah, pero está lo más bien!” “¿Mucho trabajo?”
-          Y sí Dra., ¡ando enloquecida!”
-          “Bueno, lo que usted necesita es descansar bien. Se va a tomar una pastillita de éstas antes de dormir y en un mes me vuelve a consultar, ¿si?”
-          “¡Ay gracias Dra.! ¡Gracias a Dios voy a dormir bien ahora!”
-          “ Eso espero, lo necesita” le dijo la Dra. Remedios. “A propósito… a qué se dedica Paganini?”
-          “Soy Contadora, Dra. ¡Y estamos en plena liquidación de impuestos!”
-          “¡Me imagino por lo que estará pasando! Bueno, vaya tranquila que estas pastillas la van a ayudar mucho!” ¡Y venga en un mes! ¡No se olvide!”
-          “No, gracias Dra., adiós…” suspiró aliviada la Cra. Paganini mientras se retiraba del consultorio de la Dra., que detrás suyo se dirigía a llamar al próximo paciente.
-          “A propósito Paganini, ¿qué es usted del Cr. Paganini… el Director de Rentas? alcanzó a preguntarle la Dra.
-          “Soy la hija, Dra.”
-          “¡Ah! Pero ¡de tal palo tal astilla!….. vaya Paganini y ¡descanse!” La Cra. Paganini se alejó entre risas y agitando su mano en señal de despedida.

-          “¡Siguiente…. A ver…. Sr. Gómez! “ ! Vociferó nuevamente la Dra. Remedios.
Un flaco de más o menos 35 años se levantó muy tranquilo de su silla y se dirigió hacia la entrada del consultorio, mientras miraba al resto de los pacientes que esperaban con una sonrisa: “No se preocupen que lo mío es rápido, una pavadita…” les decía a medida que avanzaba despreocupado hacia la Dra. Remedios que lo esperaba parada en la puerta del consultorio.
-          “¡Pase, Gómez!” “¡Siéntese”! le dijo al flaco que por cierto no le había caído bien y no sabía por qué.
-          “Gracias Dra., ¿cómo anda?”
-          “Muy bien gracias” “Cuénteme Usted cómo anda, a qué se dedica y por qué vino?”
-          “Bueno Dra., soy músico, guitarrista. Pero de música popular. Compongo canciones y de tanto en tanto hago algún que otro concierto. Tengo 3 discos editados ya….” La Dra. Remedios empezó a mirarlo con atención y una sonrisa comenzó a esbozársele en los labios. Algo vió en el flaco que la hizo cambiar su primera impresión.
-          “¡Ah! Qué lindo” “ Yo siempre quise tocar el piano” Pero no sé por qué nunca estudié!” le dijo.
-          “¡Vamos Dra.!” Usted es muy joven, no es mayor que yo!” ¡Si quiere todavía puede!”
-          “¡Jajaja!” se rió la Dra. Remedios. “¡Ya es muy tarde para mí!” Pero me acuerdo ahora que dice que cuando era chica les decía a mis padres que quería ser concertista de piano y ¡se reían como locos!”
-          “Todavía puede, Dra., hágame caso…. “¡Qué lindo color de pelo tiene! ¿Es natural no?”
-          “Muchas gracias…. Si…. es natural…. Pero Gómez, a ver…. ¿Qué lo trae por acá?” preguntó la Dra. un poco sonrojada.
-          Bueno… lo que me trae es una pavada. Es decir…. quiero pedirle que me recomiende algún producto bueno para las uñas, para fortalecerlas vió? Dos por tres se me quiebran y me da algún problemita que otro, nada serio, pero si me pasa cuando tengo que tocar en público se me complica un poquito. Por lo demás, ando bárbaro, no siento nada malo y soy un tipo… podría decirse…. feliz”
-          “Ahhhh! ¡Pero por eso no se haga problema!” Mire, le voy a recetar este esmalte nuevo que salió. ¡Con esto se le terminan las quebraduras!” le contestó la Dra. Remedios mientras garabateaba algo en una receta.
-          “Y dígame Gómez…” (comenzó a decir algo intrigada)…”¿Cómo fue que se hizo músico?”
-          “¡Ah! Bueno, no sé bien! Desde chico me gusta la música. Mis padres se ve que se impresionaron y apenas cumplí seis años me regalaron una guitarra. Y ahí empecé. En el liceo ya era el “guitarrista” de la barra. Cuando cumplí 14 mis padres me preguntaron qué me gustaría ser de grande y yo les contesté enseguida: “Guitarrista!” Entonces me ayudaron a elegir un buen profesor. Así fue que empecé.”
-          “¡¿Qué lindo no?!” se interesó la Dra. Remedios sin saber mucho cómo seguir. “Bueno, con este esmalte entonces se terminan los problemas de las uñas quebradizas!”
-          “¡Qué bueno Dra., te pasaste!” Ella levantó los ojos de la receta y miró a Gómez un momento un tanto sorprendida, pero su sorpresa se transformó en curiosidad.
-          “Dígame Gómez… y ¿donde toca para ir a verlo y escucharlo un día de éstos?”
-          “¿De veras te interesa, Dra? Bueno…. ¿Conocés ese barcito que se llama “Itaca” en la calle Macedonia casi Salerno?” Ese de cortinitas azules con todo de madera adentro, sillas , mesas, paredes… muy acogedor y lindo? ¡Y buen vino y gramajos!”
-          “¡Si!” ¡Claro que lo conozco!” Paso por ahí todas las noches cuando voy a casa después de la consulta. Nunca se me ocurrió parar allí.”
-          “¡Bueno! Ahí toco regularmente. Hoy es viernes así que hoy toco, en un ratito nomás, todas canciones mías”.
-           “¡Ah qué bueno….!” respondió ella, relajando su cuerpo hacia atrás en su sillón.
-          “Si, me gusta mucho y ¡además vivo de eso! Pero….. Dra…. disculpá… te puedo tutear no? Ella sonrió apenas, no muy segura de la propuesta.
-          “¿Por qué no hacemos una cosa…? le preguntó el flaco: “Esta noche, cuando salgas de la consulta, parás en “Itaca”. A las 21 hs en punto empiezo. Sentate en la mesa junto a la ventana que queda más cerca del pequeño escenario, la dejo reservada para vos…. Y si te gustan mis canciones, me lo hacés saber con una mirada y cuando termine voy y me siento contigo a tomar un buen vino. “¿Qué te parece?!” “A mí me encantaría….. ¿Qué decís?”
-          “Ejem… No sé, vamos a ver…. a veces termino tarde…. Gómez, por lo pronto, ha sido un gusto y ¡suerte con el esmalte!” dijo la Dra. Remedios confundida.
-          “….Hasta luego Dra., y nos vemos….” le dijo el flaco mirándola directo a los ojos. “ ¡Y gracias!”

María Clara Remedios Suárez, médica general, despidió a su paciente y se quedó pensando en él mientras se alejaba canturreando por el corredor. Un recuerdo se abría paso insistente desde el fondo más oculto de su memoria: el de aquel viejo piano que durante su primera infancia había ocupado una pared del living de la casa y que un buen día desapareció…. para siempre. ¿Adónde habría ido a parar? Meneó la cabeza varias veces, se acomodó un poco el pelo y salió al pasillo a llamar al siguiente paciente.
“ ¡Sr. Pedro Guardia!” llamó. Un Policía de alto rango a juzgar por sus charreteras se levantó de su silla y se dirigió al consultorio. La Dra. lo invitó a pasar y tomar asiento. En la sala, alguien había subido el volumen de la TV, puesta allí para aliviar la espera de los pacientes. Eran las 20. 25 de un cálido viernes de primavera. La meteoróloga Brisa del Mar rendía su informe diario en el canal 72. Mientras el Comisario Pedro Guardia tomaba asiento en el consultorio de la Dra. Remedios, ésta consultó con un rápido gesto su reloj. Pensó: “¡Ah! Casi son las nueve!”
El Comisario Pedro Guardia, entrenado en leer los gestos de las personas, no pudo evitar darse cuenta de que la Dra. Remedios lo iba a despachar muy rápido.

cln 2015

viernes, 14 de agosto de 2015

La Marsellesa.-

Más o menos 1963. Escuela Francia de Montevideo.
Gran acto Gran en el salón de..... actos.
Nos visitaba ese día un señor muy muy alto, vestido con un impecable uniforme militar.
Desde hacía como seis meses estábamos ensayando la Marsellesa bajo la batuta del Maestro Mastrángelo.
A mí me había tocado la primera fila, derechito y ataviado con túnica almidonada y moña azul.
¡ "Allons enfants de la Patrie Le jour de gloire est arrivé. Contre nous de la tyrannie.... !
Arrancamos a cantar a la órden del Maestro y de los acordes impecables que obtenía milagrosamente del piano destarlatado.
Al terminar el himno primigenio republicano, nos dispusimos a seguir con la segunda parte del acto de bienvenida de tan insigne visitante.
Había mucho barullo y el flaco Marotta, el rompehuevo por antonomasia de la clase, al lado mío en primera fila, estaba especialmente excitado y con ganas de armar relajo. Lo habían elegido para recitar un discurso que empezaba así (no me acuerdo ahora ni como seguía ni como terminaba):
"¡¡¡¡FIJA TU MENTE EN EL HORIZONTE Y......... !!!
Tenía que subir al escenario y largar el rollo. Lo llamaron:
"El alumno Marotta va a recitar........!!! anunció con voz cascada Chichita, nuestra Maestra.
Marotta se dió vuelta, me tironeó de la manga de la túnica y me zampó:
"¡¡A qué digo pija, a qué digo pija, vas a ver!!!!!!
¡¡¿Qué!!?! No seas animal, vo! le dije
Subió Marotta al escenario. Yo temblaba. Se hizo un silencio y Marotta acomodó el micrófono:
¡¡¡¡Pija tu mente en el horizonte.......... !!!!!!! resonó la voz de Marotta.
Miré hacia la derecha del escenario y ví a Chichita encantada por el ánimo y la entrega de su alumno.
Bajé la mirada hacia el parquet en ese momento, muerto de risa. No podía creer tamaña audacia de Marotta.
Fin del discurso. .
Marotta volvió entre aplausos a su lugar al lado mío en primera fila.
Luego, entre aplausos emocionados del público, el enorme héroe uniformado recorrió el gran salón como una màquina de tejer, uno a uno saludando.
Cuando pasó frente a mí, le tironée la manga de su uniforme.
Se detuvo, me miró a los ojos y me dio la mano.
A Marotta también.

lunes, 10 de agosto de 2015

Recordando
Tratando de recobrar recuerdos anteriores a mis 5 años, me vinieron dos a la cabeza. El primero, mi segunda operación de un quiste tirogloso a la edad de dos años. Puede ser que las trampas de la memoria me traicionen, pero recuerdo despertarme sentado en una cama del sanatorio, con el cuello y parte de la cabeza vendados. " Quién me puso este sombrero!" protesté. Una enfermera (bueno... una señora toda de blanco y con una toca) entraba por la puerta con un gran tazón en sus manos. Miré a mi derecha y ví a mi madre, recostada en la cama al lado de la mía, su mirada dulcísima, como diciendo "Sí, dale, es para vos!". Entonces, tomé el tazón en mis manos y comí mi primer helado de vainilla. Una delicia.
El segundo recuerdo que inmediatamente aparece en mi mente es aquel de una tarde de invierno, pasadas las 5, la hora de la salida. Yo tenía 5 ó 6 años, estaba en primero de la escuela Francia. Algo hicimos mal porque nos castigaron y nos hicieron quedar un rato más. Cuando nos dejaron salir, me dirigí rápidamente a la puerta que daba a la calle Echevarría para alcanzar la bañadera que me llevaría a mi casa, una vieja Chevrolet trompuda de aquellas.
Esperaba encontrar a la gorda Electra, la ayudante del chofer. No había ni Electra ni bañadera. Se habían ido.
Con mi sobretodo de lana cerrado hasta el cuello y mi ajado portafolios de cuero, debía parecer un náufrago. La pesada puerta de curvos herrajes se cerraba a mis espaldas. No lo pensé demasiado y arranqué a caminar. Sabía de memoria que Echevarría a mi derecha desembocaba en 21 de setiembre y que tomando a la izquierda, derecho derecho, llegaría al Parque Infantil (Pque Rodó). Yo vivía en San Salvador y Requena y si lograba llegar al Parque Infantil, todo iba a ser mucho más fácil, porque estaba acostumbrado a que me llevaran a jugar allí. Así que bajé la cabeza y decidido empecé a caminar.
Súbitamente se desató una tormenta. El agua comenzó a caer a raudales. Pero yo seguía caminando.
Pero qué fantástico, a medida que recuerdo, me veo a mí mismo ahora conduciendo mi coche por 21 de setiembre al Oeste un día de invierno con lluvia torrencial y veo a un niño de apenas 6 años caminando presuroso por la vereda sur, más o menos a la altura del Bar Sporting. Detengo el coche y me bajo para preguntarle adonde va con esta lluvia y que me permita llevarlo. Él me contesta que no gracias. Lo veo llegar a Br Artigas, empapado, aferrando su portafolios. No es un cruce fácil. Pero alcanzoa ver que su cabecita se mueve de un lado a otro, estudiando el panorama. Lo sigo lentamente, tratando de acompasar su paso. Decidido se lanza a cruzar. Bajo una lluvia torrencial, cruza. Ahora el paisaje es más conocido para él, el Parque Infantil.
Los sonidos del pedregullo bajo sus pies son como una música. Pasada la Glorieta todo es muy fácil. San Salvador y Paullier, hay que llegar. Un 116 tuerto baja lento. Espera que pase y cruza la calle. La subida empinada de San Salvador hacia Requena le viene bien para entrar en calor. Por fin llega a la puerta de su casa, su "sobretodo" de lana chorreando sobre su portafolios de cuero.
"¿De dónde venís vos!?" truena la voz de Lola.
" De la Escuela!".
" Ay Dios mío!"
A partir de ese día, mis viejos se ahorraron no sé cuántos pesos en "bañadera". Pero lo deben haber gastado en zapatos.. Porque de ahí en adelante fui a pata a la Escuela. Así nomás.

lunes, 6 de abril de 2015

Anecdotario

Hace tantos años ya, que me animo a contarlo. Si no, no.
Los delitos habrán prescrito, digo yo. El de ellos… y el nuestro…
Mire que hace años de esto…. Tantos, que me entra el miedo a las trampas de la memoria.
En un destartalado Willys íbamos el Julio y yo, en comisión oficial de servicio recorriendo los campos de la patria. Las cosas se dieron pa que tuviéramos una tarde libre. El Julio me propuso largarnos hasta Aceguá y cómo no, hacer una paradita en Isidoro Noblía pa comer.
Así que arrancamos en el Willys chapa oficial del gobierno a recorrer ese tramo entre Melo y la frontera.
Siempre está la frontera. Esperando. Esa zona gris que no empieza ni termina en ningún lado. Esa franja indefinida entre Uruguay y Brasil. Porque los que piensan que las fronteras son líneas netas y tajantes que dividen dos mundos arbitrariamente, no saben lo que es una frontera.
Así que arrancamos. Yo cebaba el mate. El Julio hacía lo posible pa que el Willys se mantuviera derechito sin morder banquinas ni bandearse al medio, con un juego de no menos de 20 centímetros en la dirección del castigado vehículo.
Le pasaba el mate al Julio con cuidado, como debe hacer un buen copiloto, alcanzándole el mate con la mano derecha de manera que al final del movimiento, la bombilla le quedara presentada frente a su boca sin tener que ejercitar incómodos ademanes que pusieran en riesgo la conducción. Cosas aprendidas después de miles de kilómetros recorridos en pos del desarrollo.
La ruta estaba bastante solitaria, así que el viaje era bastante tranquilo.
Una vez llegados a Aceguá, pensábamos simplemente husmear, y de repente hacer alguna carguita pa aliviar el presupuesto.
A unos treinta kilómetros del destino, vislumbramos un vehículo delante nuestro. Digo vehículo porque se movía, pero no alcanzábamos a distinguir muy bien sus características. Cuando nos fuimos acercando un poco más, supimos que era una moto. Pero muy especialmente ataviada. El conductor no se alcanzaba a percibir claramente. Un brillo metálico envolvía al vehículo avistado. Más cerca aún, adivinamos a su conductor envuelto en un “sobretodo” de 8 garrafas de supergas que milagrosamente navegaban por ruta 8 rumbo a la frontera a reponer carga.
Pero mayor aún fue nuestra sorpresa cuando más cerca del navegante fenicio melense sobre ruedas, pudimos ver que delante de este motorizado quilero iban como veinte más, en veinte motos forradas de garrafas.
El Julio aceleró a fondo y los pasamos a los veinte, adelantándonos unos quinientos metros. De golpe frenó y me dijo: “Dale! Sacá la cámara y les tomamos una foto!”
Parecía una buena idea. Quién sabe. Se me ocurrió que era una cosa que merecía ser registrada. Así que me bajé lo más rápido que pude y tomé una foto.
La foto, la verdá, no fue una foto de una fila de veinte quileros en moto cada uno forrado con ocho garrafas de supergás. La verdá que no resultó así.
La foto fue de veinte motos con 8 garrafas, cada una, tiradas en la ruta, y una tropilla de quileros despavoridos, saltando alambrados, corriendo a campo traviesa, huyendo de un destartalado Willys con chapa oficial del Gobierno.
Ahora por ejemplo
no estás
Pero igual te siento acá
en algún lugar
entre las costillas
y la carne

al respirar
Mientras madrugo
que no estás.
Igual así con todo
me deambulás
vos bien sabés
por las costillas
y los huesos
hasta que casi
me duermo.
De a ratos te parás
sobre mi frente
me hablás
palabras que
no recuerdo
me soplás las pestañas
me cosquilleás
la oreja izquierda
Pero no estás
en carne y hueso
aquí conmigo
mientras me duermo
y aún así
me deambulás
me caminás
y me trotás
abiertamente
mientras sueño.

martes, 24 de febrero de 2015



El "Rocanrol".
El Rocanrol era asì. Alternaba noches de mozo en casamientos y cumpleaños con su funciòn de chofer del Ministerio. Dos por tres caìa por casa a levantar a mi viejo a eso de las 8 y media de la mañana pa llevarlo de apuro a alguna reuniòn importante allà por el 68, 70.... Si sonaba el timbre a las 8 y media de la mañana en fija era el Rocanrol. No me acuerdo de su nombre, pa mì fue y serà siempre el Rocanrol. Se aparecìa entonces a eso de las ocho y media masomenos, y masomenos bien trajeado, digamos. Y siempre alegre, con una gran sonrisa para compartir porque le sobraba sonrisa y dientes. Mi viejo dejaba el mate en custodia con mi vieja y bien trajeado tambièn, bajaba las escaleras con paso pesado al encuentro del Rocanrol y de la cascoteada Peugeot 403. Entre el timbre y el momento en que bajaba mi viejo pa emprender un nuevo dìa de laburo, mediaban unos diez minutos que yo aprovechaba pa conversar con tan singular personaje, el Rocanrol. Bien trajeado pero con singularidades dignas de mencionar. La corbata sin anudar, el cinturòn con la hebilla a la izquierda del pantalòn, entre la segunda y la tercera presilla. Pa colmo, los cordones de los zapatos enhebrados desde la "lengua" a la punta, con una prolija moña. Me pasè dìas y dìas pensando còmo hacer pa preguntarle el por què de tan singulares signos. Un dìa de esos se apareciò con un traje claro y a rayas. Inmediatamente me pareciò conocido. Me dijo: "!¿Què tal me queda? Me lo regalò tu viejo"! "Te queda espectacular Roca, còmo pa vò!" le respondì. Y ahì nomàs le zampè mi pregunta: "Vo, por què no te terminàs de anudar la corbata?". "¿Por què usàs la hebilla del cinturòn a la izquierda en vez de al centro de la barriga como todo el mundo?" " Y los zapatos?!". Su respuesta fuè instantànea: ".... "!Contra el Gobierno!!!". El Roca, como acostumbraban llamarlo, era un tipo que la tenìa clara. Y si ven en este post los acentos torcidos pa la izquierda, no es casualidà.....

sábado, 14 de febrero de 2015

Mosquito hijodeputa.

Me acaba de picar un mosquito transgénico, fruto de la infame unión nupcial de sus padres, que pusieron huevos en el balde donde toman agua mis perros, agua de OSE, la cual provocó en los huevos una horrible mutación que entre otras cosas tuvo como efecto el nacimiento de sus mosquitos hijos, que desarrollaron la extraordinaria habilidad de no zumbar, razón por la cuál mi avezado oído de músico no puede advertir sus evoluciones aéreas intentando vulnerar las partes de mi piel descubiertas, no pudiéndo así eliminarlos por percusión con un rápido cachetazo como hacía antes, debido a lo cuál, resulto víctima fácil y nutricia para las hembras mosquito de esta índole, ya que como todo el mundo sabe son las hembras las que pican..... hasta la próxima mutación... ojo... vamo a tener que dormir con sábanas de lata vamo a tené....... PD: El perro me está mirando raro......

domingo, 1 de febrero de 2015

Recuerdo de gurí.
 
Cuando era un gurì de apenas 11 años, fui a mi primer campamento con los Boy Scouts católicos. Al Arequita, a la ribera del Santa Lucía. 

En los días previos a la partida, una ajetreada mamá que tuve y extraño tanto, cosió cuatro frazadas viejas con hilo de cometa, finitas y comidas por las polillas, y así me fabricó un calentito sobre de dormir. Después, me llevó a una zapatería de Sayago donde me compró un par de botines nuevitos de cuero grueso y suela clavada, de esos a los que se le salían las puntas de las tachuelas pal lado de adentro (todavía me duele). Sumado a eso, cargaría yo el día de la partida con una pesada carpita de lona más gruesa que una feta de mortadela y más pesada que un cajón lleno de diarios viejos y mojados, cuatro "buzos" de lana llenos de pelotillas que habían sido de mi primo más grande que yo y algunas cosas más, y eso sí, un precioso cuchillo de monte de Casa Schiavo que me regaló a último momento, ya subiendo al viejo vagón de madera que vibraba con el bullicio de veinticinco gurises como yo. 

Mi vieja se había criado en el monte paraguayo y  sabía muchas cosas. Siempre me animó a no tenerle miedo a nada, a escuchar el silencio, a conversar con los bichos y las plantas. 

Yo sentía que estaba partiendo a una misión de mucha importancia. 

"Nunca tengas tengas miedo de nada", me decía siempre. 

Sonó el pito, la campana y la bocina de la vieja locomotora, en ese órden, y tembló la vieja Estación Artigas. 

Mi vieja sonreía y me hacía adiós con la mano. 

De repente, abrió los ojos sobresaltada como si hubiera olvidado decirme algo, y me gritó, sin dejar de agitar su mano:

"!Si tenés que tomar agua del  río, echale primero un buen chorro de jugo de limón.........!!"

viernes, 2 de enero de 2015

Viento del este.

Los ranchos del Uruguay profundo, donde vive la gente, los que no son turistas, tienen ventanas chiquitas, para estar frescos en verano y calentitos en invierno. Casi ninguna da al Sur. La mayorìa, miran al Norte, desde donde el Sol calienta màs. 

Hay una diferencia entre la idea de un rancho de un poblador permanente y un turista. Este ùltimo quiere ver el paisaje, el mar, las sierras, el horizonte lejano. Aunque sea por 20 dìas. Hace ventanas grandes hacia los cuatro puntos cardinales. 

El que pasa su vida en el campo o la costa, èl mismo es parte del paisaje todo el dìa, no lo añora ni lo busca, vive con èl, no mira por la ventana lo que podrìa tener, porque ya lo tiene. Asì que las ventanas chiquitas estàn bien. 

Pero el Viejo Baldomero, por contra nomàs, hizo el rancho mirando al Este. No pa mirar salir el sol, no, no vayan a creer. Fue pa sentarse abajo e`l alero y sentir el viento en la cara todo el tiempo. Si el viento le acariciaba la oreja derecha, era del Sur o sudestada, peor. En la nariz le anunciaba lluvia. Pero en la frente... en la frente, suavemente.... El viento del Este anuncia buena pesca y èsta andaba faltando. Un buen viento del Este que trajera buena pesca... Y si no, por lo menos mirando al Este era como mirar el futuro. 

Así que a falta de buena pesca, mejor mirar igual al Este de todos modos, pensò. 

El Viejo Baldomero, sentado en un tronquito, se ceba unos mates. 

Un susurro en los oìdos le anuncia viento del Este mientras levanta su frente al horizonte para recibirlo como se merece....

Deja el mate a un costado y se sirve una Velho Barreiro en un vaso turbio. 

Se para, camina unos metros sobre el pasto, entre los caraguatàs, mira a los cuatro puntos cardinales, todos a la vista màs lejana que pueda darse. 

Por el camino polvoriento que viborea en el horizonte, pasa un destartalado coche viejo levantando polvareda, rechinando sonidos de chapas sueltas y tornillos ausentes, con el Sol ponièndose con colores inauditos. 

Màgicamente, la puesta de sol se replica exactamente al Este. Como una imàgen especular en horizontes opuestos, y èl en medio de eso. 

Baldomero levanta los brazos, respira hondo y piensa en voz alta: "!Pero, es que no pasa el tiempo!??"