viernes, 14 de agosto de 2015

La Marsellesa.-

Más o menos 1963. Escuela Francia de Montevideo.
Gran acto Gran en el salón de..... actos.
Nos visitaba ese día un señor muy muy alto, vestido con un impecable uniforme militar.
Desde hacía como seis meses estábamos ensayando la Marsellesa bajo la batuta del Maestro Mastrángelo.
A mí me había tocado la primera fila, derechito y ataviado con túnica almidonada y moña azul.
¡ "Allons enfants de la Patrie Le jour de gloire est arrivé. Contre nous de la tyrannie.... !
Arrancamos a cantar a la órden del Maestro y de los acordes impecables que obtenía milagrosamente del piano destarlatado.
Al terminar el himno primigenio republicano, nos dispusimos a seguir con la segunda parte del acto de bienvenida de tan insigne visitante.
Había mucho barullo y el flaco Marotta, el rompehuevo por antonomasia de la clase, al lado mío en primera fila, estaba especialmente excitado y con ganas de armar relajo. Lo habían elegido para recitar un discurso que empezaba así (no me acuerdo ahora ni como seguía ni como terminaba):
"¡¡¡¡FIJA TU MENTE EN EL HORIZONTE Y......... !!!
Tenía que subir al escenario y largar el rollo. Lo llamaron:
"El alumno Marotta va a recitar........!!! anunció con voz cascada Chichita, nuestra Maestra.
Marotta se dió vuelta, me tironeó de la manga de la túnica y me zampó:
"¡¡A qué digo pija, a qué digo pija, vas a ver!!!!!!
¡¡¿Qué!!?! No seas animal, vo! le dije
Subió Marotta al escenario. Yo temblaba. Se hizo un silencio y Marotta acomodó el micrófono:
¡¡¡¡Pija tu mente en el horizonte.......... !!!!!!! resonó la voz de Marotta.
Miré hacia la derecha del escenario y ví a Chichita encantada por el ánimo y la entrega de su alumno.
Bajé la mirada hacia el parquet en ese momento, muerto de risa. No podía creer tamaña audacia de Marotta.
Fin del discurso. .
Marotta volvió entre aplausos a su lugar al lado mío en primera fila.
Luego, entre aplausos emocionados del público, el enorme héroe uniformado recorrió el gran salón como una màquina de tejer, uno a uno saludando.
Cuando pasó frente a mí, le tironée la manga de su uniforme.
Se detuvo, me miró a los ojos y me dio la mano.
A Marotta también.

lunes, 10 de agosto de 2015

Recordando
Tratando de recobrar recuerdos anteriores a mis 5 años, me vinieron dos a la cabeza. El primero, mi segunda operación de un quiste tirogloso a la edad de dos años. Puede ser que las trampas de la memoria me traicionen, pero recuerdo despertarme sentado en una cama del sanatorio, con el cuello y parte de la cabeza vendados. " Quién me puso este sombrero!" protesté. Una enfermera (bueno... una señora toda de blanco y con una toca) entraba por la puerta con un gran tazón en sus manos. Miré a mi derecha y ví a mi madre, recostada en la cama al lado de la mía, su mirada dulcísima, como diciendo "Sí, dale, es para vos!". Entonces, tomé el tazón en mis manos y comí mi primer helado de vainilla. Una delicia.
El segundo recuerdo que inmediatamente aparece en mi mente es aquel de una tarde de invierno, pasadas las 5, la hora de la salida. Yo tenía 5 ó 6 años, estaba en primero de la escuela Francia. Algo hicimos mal porque nos castigaron y nos hicieron quedar un rato más. Cuando nos dejaron salir, me dirigí rápidamente a la puerta que daba a la calle Echevarría para alcanzar la bañadera que me llevaría a mi casa, una vieja Chevrolet trompuda de aquellas.
Esperaba encontrar a la gorda Electra, la ayudante del chofer. No había ni Electra ni bañadera. Se habían ido.
Con mi sobretodo de lana cerrado hasta el cuello y mi ajado portafolios de cuero, debía parecer un náufrago. La pesada puerta de curvos herrajes se cerraba a mis espaldas. No lo pensé demasiado y arranqué a caminar. Sabía de memoria que Echevarría a mi derecha desembocaba en 21 de setiembre y que tomando a la izquierda, derecho derecho, llegaría al Parque Infantil (Pque Rodó). Yo vivía en San Salvador y Requena y si lograba llegar al Parque Infantil, todo iba a ser mucho más fácil, porque estaba acostumbrado a que me llevaran a jugar allí. Así que bajé la cabeza y decidido empecé a caminar.
Súbitamente se desató una tormenta. El agua comenzó a caer a raudales. Pero yo seguía caminando.
Pero qué fantástico, a medida que recuerdo, me veo a mí mismo ahora conduciendo mi coche por 21 de setiembre al Oeste un día de invierno con lluvia torrencial y veo a un niño de apenas 6 años caminando presuroso por la vereda sur, más o menos a la altura del Bar Sporting. Detengo el coche y me bajo para preguntarle adonde va con esta lluvia y que me permita llevarlo. Él me contesta que no gracias. Lo veo llegar a Br Artigas, empapado, aferrando su portafolios. No es un cruce fácil. Pero alcanzoa ver que su cabecita se mueve de un lado a otro, estudiando el panorama. Lo sigo lentamente, tratando de acompasar su paso. Decidido se lanza a cruzar. Bajo una lluvia torrencial, cruza. Ahora el paisaje es más conocido para él, el Parque Infantil.
Los sonidos del pedregullo bajo sus pies son como una música. Pasada la Glorieta todo es muy fácil. San Salvador y Paullier, hay que llegar. Un 116 tuerto baja lento. Espera que pase y cruza la calle. La subida empinada de San Salvador hacia Requena le viene bien para entrar en calor. Por fin llega a la puerta de su casa, su "sobretodo" de lana chorreando sobre su portafolios de cuero.
"¿De dónde venís vos!?" truena la voz de Lola.
" De la Escuela!".
" Ay Dios mío!"
A partir de ese día, mis viejos se ahorraron no sé cuántos pesos en "bañadera". Pero lo deben haber gastado en zapatos.. Porque de ahí en adelante fui a pata a la Escuela. Así nomás.