El
encuentro
“Siguiente!!!” vociferó la Dra. Remedios,
asomándose hacia la sala de espera iluminada por ruidosos tubos de luz. Cuatro
o cinco pacientes con diversos achaques esperaban su turno, sentados en
incómodas sillas de plástico reciclado.
Un
señor medio calvo se levantó de la silla que ocupaba y quiso correr hacia la
entrada del consultorio, aunque con gestos de dolor y una mano en su cintura.
La Dra. Remedios lo hizo pasar.
-
“Tome
asiento, ¿Usted es….? le preguntó.
-
“¡Puentes!”
contestó el paciente, mientras depositaba sobre la mesa un papelito con el
número 3 y se sentaba en una silla frente al escritorio.
-
“Dígame
Puentes… ¿ que le pasa?” le preguntó la galena.
-
“Y
Dra…., vengo porque ando con un dolor en la cintura insoportable!” dijo Puentes
mientras se tomaba con su mano su flanco derecho.
-
“¡Ajá!
Cuénteme…. y a qué se dedica, Puentes?”
-
“Soy
Ingeniero Civil Dra., pero a punto de retirarme. ¡No veo la hora!”
La
Dra. sonrió mientras le indicaba al Ing. Puentes que se subiera a la camilla.
Una
vez acostado en ella, lo examinó concienzudamente. Finalizada la exploración
clínica, le dijo:
“Está
bien, Puentes. Puede bajarse. Siéntese por favor.”
Cuando
estuvieron frente a frente, ambos sentados y mientras la Dra. tomaba un mazo de
recetas y una birome, Puentes le preguntó:
-
“¿Y
Dra.?” ¿Qué le parece que es?”
-
“Lo
más seguro es que sea un pinzamiento del nervio ciático, pero igual le voy a
mandar unos análisis de rutina. Mientras tanto se va a tomar dos de estos
comprimidos por día durante una semana. Y no haga esfuerzos. Venga a verme de
nuevo con los resultados de los análisis en dos semanas.”
-
“
Muchas gracias Dra.!”
-
“
¡Que le vaya bien Puentes!…” le dijo la Dra. mientras se levantaba y lo
invitaba a salir del consultorio. Se detuvo un momento, lo tomó del brazo y le
dijo:
-
“¡Espere!....
Cómo se le ocurrió estudiar para Ingeniero Civil?”
-
“La
verdad Dra., mi madre y mi tío son Ingenieros Civiles y debe ser por ahí que
vino la cosa…aunque ahora que me lo pregunta no estoy muy seguro..” contestó el
paciente levantando las cejas.
-
“Está
bien Puentes… bueno que se mejore pronto” contestó la Dra. Remedios con una
sonrisa mientras acompañaba a su paciente hasta la puerta del consultorio. Cuándo
éste salió, se asomó a la sala de espera nuevamente y llamó:
-
“¡Siguiente……
Sr. Brotos!”
-
“
Si Dra.! Ya voy!” contestó un hombrecillo de unos sesenta años medio encorvado
y de lentes mientras se levantaba y avanzaba hacia el consultorio.
-
“Pase
y tome asiento…” dijo la Dra. Remedios mientras se acomodaba en su sillón.
“Cuénteme qué le pasa Brotos…”
-
“Ah
Dra. Me salió este zarpullido en la nuca… (dijo mientras hacía ademanes para
correrse el cuello de la camisa y darse la vuelta).
-
“¿A
ver?….¡Ah! Un herpes” “A qué se dedica Brotos?” preguntó la Dra. Remedios al
hombrecillo.
-
“Soy
Ingeniero Agrónomo, Dra.”
-
“¡Ahá!
Y por casualidad no anduvo manipulando productos químicos?”
-
“No,
Dra., para nada, mi trabajo actual es de escritorio, nada de productos químicos”
-
“
Bueno, entonces se confirma que es un herpes, le voy a mandar esta crema,
pásesela tres veces por día y se pone un pañuelo para no manchar la camisa. En
tres días se le va…. No se preocupe. Estas cosas suelen volver así que una vez
que se le pase guárdese la crema por las dudas”
-
“¡Gracias
Dra.! ¿Algo más?”
-
“Bueno
si….. ya que lo pregunta me interesaría saber: ¿Cómo fue que se decidió a estudiar
Agronomía?”
-
“
¡Ah! Dra…. si supiera que yo mismo me
hago esa pregunta. Verá, soy el menor de tres hermanos que también estudiaron
Agronomía. ¡Calculo que debe haber sido porque nuestros padres eran los dos
Ingenieros Agrónomos! Esas cosas vienen con la familia, yo qué sé.”
-
“Qué
cómico!” “Todos Ingenieros Agrónomos!” apuntó la Dra. Remedios mientras se reía.
Sin embargo su sonrisa se trocó en cejas enarcadas mientras pensaba que
casualmente su propio padre era cirujano plástico.
-
“¡Es
muy cierto Brotos! Mi padre casualmente es médico!”
-
“
Y bueno, lo mamamos de chiquitos!”
Ambos
se rieron mientras se despedían.
-
“¡Adiós,
Dra. Y gracias!”
-
“Adiós
Brotos, que le vaya bien.”
Mientras
el Ing. Agr. Brotos se retiraba, la Dra. ordenó algunos papeles sobre el
escritorio y luego se dirigió a la puerta a llamar el siguiente paciente.
-
“¡Paganini!”
llamó.
-
“¡Si,
Dra!, ¡Voy….!” Contestó una gordita de unos cuarenta años medio rubia que luchaba
por sostener y acarrear un montón de carpetas consigo.
-
“Pase….”
“ Siéntese por favor” le dijo la Dra. Remedios. “¿Qué la trae por acá? ¡Se la
ve muy bien!”
-
“Ay
sí Dra. Pero sabe que ando con unos nervios que no puedo ni dormir!”
-
“Ahá!”
A ver cálmese, sáquese la blusa que la voy a auscultar”.
Mientras
la Dra. la auscultaba la señora recorría el consultorio con los ojos.
-
“¡Ah,
pero está lo más bien!” “¿Mucho trabajo?”
-
Y
sí Dra., ¡ando enloquecida!”
-
“Bueno,
lo que usted necesita es descansar bien. Se va a tomar una pastillita de éstas
antes de dormir y en un mes me vuelve a consultar, ¿si?”
-
“¡Ay
gracias Dra.! ¡Gracias a Dios voy a dormir bien ahora!”
-
“
Eso espero, lo necesita” le dijo la Dra. Remedios. “A propósito… a qué se
dedica Paganini?”
-
“Soy
Contadora, Dra. ¡Y estamos en plena liquidación de impuestos!”
-
“¡Me
imagino por lo que estará pasando! Bueno, vaya tranquila que estas pastillas la
van a ayudar mucho!” ¡Y venga en un mes! ¡No se olvide!”
-
“No,
gracias Dra., adiós…” suspiró aliviada la Cra. Paganini mientras se retiraba
del consultorio de la Dra., que detrás suyo se dirigía a llamar al próximo
paciente.
-
“A
propósito Paganini, ¿qué es usted del Cr. Paganini… el Director de Rentas? alcanzó
a preguntarle la Dra.
-
“Soy
la hija, Dra.”
-
“¡Ah!
Pero ¡de tal palo tal astilla!….. vaya Paganini y ¡descanse!” La Cra. Paganini
se alejó entre risas y agitando su mano en señal de despedida.
-
“¡Siguiente….
A ver…. Sr. Gómez! “ ! Vociferó nuevamente la Dra. Remedios.
Un
flaco de más o menos 35 años se levantó muy tranquilo de su silla y se dirigió
hacia la entrada del consultorio, mientras miraba al resto de los pacientes que
esperaban con una sonrisa: “No se preocupen que lo mío es rápido, una
pavadita…” les decía a medida que avanzaba despreocupado hacia la Dra. Remedios
que lo esperaba parada en la puerta del consultorio.
-
“¡Pase,
Gómez!” “¡Siéntese”! le dijo al flaco que por cierto no le había caído bien y
no sabía por qué.
-
“Gracias
Dra., ¿cómo anda?”
-
“Muy
bien gracias” “Cuénteme Usted cómo anda, a qué se dedica y por qué vino?”
-
“Bueno
Dra., soy músico, guitarrista. Pero de música popular. Compongo canciones y de
tanto en tanto hago algún que otro concierto. Tengo 3 discos editados ya….” La
Dra. Remedios empezó a mirarlo con atención y una sonrisa comenzó a esbozársele
en los labios. Algo vió en el flaco que la hizo cambiar su primera impresión.
-
“¡Ah!
Qué lindo” “ Yo siempre quise tocar el piano” Pero no sé por qué nunca
estudié!” le dijo.
-
“¡Vamos
Dra.!” Usted es muy joven, no es mayor que yo!” ¡Si quiere todavía puede!”
-
“¡Jajaja!”
se rió la Dra. Remedios. “¡Ya es muy tarde para mí!” Pero me acuerdo ahora que
dice que cuando era chica les decía a mis padres que quería ser concertista de
piano y ¡se reían como locos!”
-
“Todavía
puede, Dra., hágame caso…. “¡Qué lindo color de pelo tiene! ¿Es natural no?”
-
“Muchas
gracias…. Si…. es natural…. Pero Gómez, a ver…. ¿Qué lo trae por acá?” preguntó
la Dra. un poco sonrojada.
-
Bueno…
lo que me trae es una pavada. Es decir…. quiero pedirle que me recomiende algún
producto bueno para las uñas, para fortalecerlas vió? Dos por tres se me
quiebran y me da algún problemita que otro, nada serio, pero si me pasa cuando
tengo que tocar en público se me complica un poquito. Por lo demás, ando
bárbaro, no siento nada malo y soy un tipo… podría decirse…. feliz”
-
“Ahhhh!
¡Pero por eso no se haga problema!” Mire, le voy a recetar este esmalte nuevo
que salió. ¡Con esto se le terminan las quebraduras!” le contestó la Dra.
Remedios mientras garabateaba algo en una receta.
-
“Y
dígame Gómez…” (comenzó a decir algo intrigada)…”¿Cómo fue que se hizo músico?”
-
“¡Ah!
Bueno, no sé bien! Desde chico me gusta la música. Mis padres se ve que se
impresionaron y apenas cumplí seis años me regalaron una guitarra. Y ahí
empecé. En el liceo ya era el “guitarrista” de la barra. Cuando cumplí 14 mis
padres me preguntaron qué me gustaría ser de grande y yo les contesté
enseguida: “Guitarrista!” Entonces me ayudaron a elegir un buen profesor. Así
fue que empecé.”
-
“¡¿Qué
lindo no?!” se interesó la Dra. Remedios sin saber mucho cómo seguir. “Bueno,
con este esmalte entonces se terminan los problemas de las uñas quebradizas!”
-
“¡Qué
bueno Dra., te pasaste!” Ella levantó los ojos de la receta y miró a Gómez un
momento un tanto sorprendida, pero su sorpresa se transformó en curiosidad.
-
“Dígame
Gómez… y ¿donde toca para ir a verlo y escucharlo un día de éstos?”
-
“¿De
veras te interesa, Dra? Bueno…. ¿Conocés ese barcito que se llama “Itaca” en la
calle Macedonia casi Salerno?” Ese de cortinitas azules con todo de madera
adentro, sillas , mesas, paredes… muy acogedor y lindo? ¡Y buen vino y
gramajos!”
-
“¡Si!”
¡Claro que lo conozco!” Paso por ahí todas las noches cuando voy a casa después
de la consulta. Nunca se me ocurrió parar allí.”
-
“¡Bueno!
Ahí toco regularmente. Hoy es viernes así que hoy toco, en un ratito nomás, todas
canciones mías”.
-
“¡Ah qué bueno….!” respondió ella, relajando
su cuerpo hacia atrás en su sillón.
-
“Si,
me gusta mucho y ¡además vivo de eso! Pero….. Dra…. disculpá… te puedo tutear
no? Ella sonrió apenas, no muy segura de la propuesta.
-
“¿Por
qué no hacemos una cosa…? le preguntó el flaco: “Esta noche, cuando salgas de
la consulta, parás en “Itaca”. A las 21 hs en punto empiezo. Sentate en la mesa
junto a la ventana que queda más cerca del pequeño escenario, la dejo reservada
para vos…. Y si te gustan mis canciones, me lo hacés saber con una mirada y
cuando termine voy y me siento contigo a tomar un buen vino. “¿Qué te parece?!”
“A mí me encantaría….. ¿Qué decís?”
-
“Ejem…
No sé, vamos a ver…. a veces termino tarde…. Gómez, por lo pronto, ha sido un
gusto y ¡suerte con el esmalte!” dijo la Dra. Remedios confundida.
-
“….Hasta
luego Dra., y nos vemos….” le dijo el flaco mirándola directo a los ojos. “ ¡Y
gracias!”
María Clara Remedios Suárez, médica
general, despidió a su paciente y se quedó pensando en él mientras se alejaba
canturreando por el corredor. Un recuerdo se abría paso insistente desde el
fondo más oculto de su memoria: el de aquel viejo piano que durante su primera
infancia había ocupado una pared del living de la casa y que un buen día
desapareció…. para siempre. ¿Adónde habría ido a parar? Meneó la cabeza varias
veces, se acomodó un poco el pelo y salió al pasillo a llamar al siguiente
paciente.
“
¡Sr. Pedro Guardia!” llamó. Un Policía de alto rango a juzgar por sus
charreteras se levantó de su silla y se dirigió al consultorio. La Dra. lo
invitó a pasar y tomar asiento. En la sala, alguien había subido el volumen de
la TV, puesta allí para aliviar la espera de los pacientes. Eran las 20. 25 de
un cálido viernes de primavera. La meteoróloga Brisa del Mar rendía su informe
diario en el canal 72. Mientras el Comisario Pedro Guardia tomaba asiento en el
consultorio de la Dra. Remedios, ésta consultó con un rápido gesto su reloj.
Pensó: “¡Ah! Casi son las nueve!”
El
Comisario Pedro Guardia, entrenado en leer los gestos de las personas, no pudo
evitar darse cuenta de que la Dra. Remedios lo iba a despachar muy rápido.
cln
2015